Con esta entrada, la undécima, concluimos la
serie que sobre este tema, el pensamiento computacional y sus componentes, iniciamos
el 5 de noviembre de 2014.
Con los contenidos que hemos venido
publicando en este blog, estructurados y
el formato adecuado, pensamos publicar un artículo en RED. Revista de Educación a Distancia.
En un número especial dedicado a pensamiento computacional cuya aparición está
prevista en la segunda quincena de Septiembre
Fuente de la imagen http://images.gizmag.com/gallery_lrg/ibm_human_brain.jpg
En
las tareas de codificación los aspectos procedimentales en cómo afrontar un
problema y cómo resolverlo por los alumnos adquieren una importancia clave.
Hace siete años decíamos
que, cuando el concepto de estrategias se incorpora a la psicología del
aprendizaje y a la educación,
inevitablemente se ve resaltado el carácter procedimental que tiene todo
aprendizaje (Esteban y
Zapata-Ros, 2008).Con ello además se está aceptado que los procedimientos utilizados para aprender
constituyen una parte muy decisiva del propio aprendizaje y del resultado final de ese proceso. Eso no quiere
decir que con anterioridad se ignorase la importancia decisiva de las formas de
aprender aportados por el aprendiz, sobre todo por los buenos “maestros”.
Simplemente no existía una formulación ni una conceptualización tan explícita y
con términos específicos sobre las operaciones cognitivos que se ponen en
marcha. El concepto de estrategia de aprendizaje es, pues, un concepto que se
integra adecuadamente con los principios de la psicología cognitiva, desde la
perspectiva constructivista del conocimiento y del aprendizaje. Lo hace además
con la importancia atribuida a los elementos procedimentales en el proceso de
construcción de conocimientos y, asimismo, teniendo en cuenta aspectos
diferenciales de los individuos. Aspecto tan caro a la psicología cognitiva
sobre todo en el caso del aprendizaje en adolescentes, adultos, expertos y novatos.
Conviene
pues destacar en primer lugar esta visión del aprendizaje de las habilidades
propias del pensamiento computacional.
Hay algunos de los aspectos de las estrategias
que pueden resultar más relevantes: El propio concepto de estrategia implica
una connotación finalista e intencional. Toda estrategia conlleva, de
hecho es, un plan de acción para
realizar una tarea que requiera una
actividad cognitiva en el aprendizaje. No se trata, por tanto, de la aplicación
de una técnica concreta, por ejemplo de aplicar un método de lectura o un
algoritmo. Se trata de un plan de actuación que implica habilidades y destrezas
–que el individuo ha de poseer previamente- y de una serie de técnicas que se
aplican en función de las tareas a desarrollar, sobre las que el alumno decide y
sobre las que tiene una intención de utilizar consciente. Por tanto lo más importante de esta consideración es
que para que haya intencionalidad ha de existir conciencia de:
a) la
situación sobre la que se ha de operar (problema a resolver, datos a
analizar, conceptos a relacionar, información a retener, etc.). Esta
consciencia y esta intencionalidad presupone, como una cuestión clave desde el
punto de vista del aprendizaje, la representación de la tarea que
se realiza, sobre la que el aprendiz toma la decisión de qué estrategias va a aplicar; y
b) de los propios recursos con que el aprendiz cuenta, es
decir, de sus habilidades, capacidades, destrezas, recursos y de la capacidad
de generar otros nuevos o mediante la asociación o reestructuración de otros
preexistentes.
En
todos estos puntos, decisiones y representaciones, ha de existir en definitiva
la conciencia de los propios recursos cognitivos con que cuenta el aprendiz.
Eso es lo que se ha denominado metacognición.
Así pues no es sólo una
estrategia o un conjunto de estrategias. Es la condición necesaria para que
pueda darse cualquier plan estratégico. Lo contrario serían simplemente
algoritmos o incluso estrategias pero donde, al no haber intencionalidad, no
habría la valoración que conlleva la
adopción de un plan con previa deliberación de la situación y de los recursos.
La
metacognición y el estudio de los estilos de aprendizaje son dos cosas que van
íntimamente ligadas.
Los
psicólogos del aprendizaje descubrieron que los alumnos tenían distintas
estructuras cognitivas que afectaban a sus formas personales de aprender, a los
procedimientos que cada individuo ponía en marcha de forma espontánea cuando
intentaba aprender algo, que determinaba, en definitiva, las estrategias de
aprendizaje de los alumnos. Descubrieron además que estos procedimientos
constituían racimos (clusters) que se
repetían con frecuencia de forma análoga o parecida en distintos individuos.
Estas estructuras tenían un origen en el que no entraron en polémica, se habían
formado a lo largo de su vida en función de distintos factores ambientales,
genéticos, culturales… y de experiencias personales, que se aceptaba sin más.
Formaba parte de la identidad, de la configuración cognitiva, por así decirlo,
del alumno. Les llamaron estilos de aprendizaje.
Y se han definido de
forma consistente con esta idea
Un
estilo de aprendizaje es una forma consistente que tiene un estudiante de
responder a los estímulos que se producen en un contexto de aprendizaje (Clark,
2014).
Keefe
(1979) define los estilos de aprendizaje como la
"combinación
de características cognitivas, afectivas, y de
factores fisiológicos que sirven como indicadores relativamente estables
de cómo un aprendiz percibe, interactúa con él, y responde al ambiente de
aprendizaje."
Stewart
y Felicetti (1992) definen los estilos de aprendizaje como lo que determina las
"condiciones
educativas en las que un estudiante es más probable que aprenda."
En
todos los casos los autores ponen énfasis en que los estudios de los estilos de
aprendizaje no están realmente preocupados por lo que los
alumnos aprenden, sino más bien por la forma en que prefieren
aprender. Como decíamos anteriormente, hay un factor de intencionalidad.
El
paso siguiente fue intentar determinar de manera eminentemente mecanicista qué
formas de organizar la instrucción era la más eficiente para cada uno de estos
estilos, al menos para los más frecuentes, con el propósito de mejorar los
aprendizajes. Lo cual constituye por otro lado el principal objetivo de la
calidad de la enseñanza. En ese planteamiento se consideró a los estudios y a
los resultados de las investigaciones sobre estilos de aprendizaje como uno de
los principales conjuntos de elementos que iluminaban, informaban y
fundamentaban el diseño instruccional.
En
nuestro ámbito de trabajo, y en esa hipótesis tendría sentido plantearse qué
estilos de aprendizaje son los más propicios para el pensamiento computacional
o van ligados a él, y adaptar el diseño instruccional a esos estilos de
aprendizaje, y a los alumnos que presentan estos perfiles de aprendizaje.
Afortunadamente las investigaciones han ido por otro lado y han puesto en
evidencia que ésta era una idea equivocada.
La
expresión “afortunadamente” se justifica cuando supusiéramos, por ejemplo, que
ciertos estilos de aprendizaje fuesen asociados a estereotipos humanos.
Pensemos que hay estilos vinculados con el género (por ejemplo estilos de
aprendizaje femeninos) o con componentes étnicas, o de clase social. Esto nos
llevaría a distintos tipos de exclusiones.
No
obstante los estilos de aprendizaje se han manifestado como de utilidad en otro
sentido: son los puntos a lo largo de una escala que nos ayudan a descubrir las
diferentes formas de representaciones mentales. Sin embargo, no son buenas
como caracterizaciones de lo que los alumnos son o de cómo son. Las
conclusiones de los estudios como veremos, no
deben llevarnos a dividir a la población en un conjunto de categorías
estancas con respecto a cómo organizar la educación o a elaborar las estrategias educativas (como
sucede por ejemplo en casos esterotipados: educación para “individuos
visuales”, educación para “individuos auditivos”, etc. De esta forma se ha
intentado asignar a las personas un punto en un continuo, similar a la medición
de la altura o peso).
En
otras palabras: se trata de no encasillar a los alumnos, y de dejar claro que
todos somos capaces de aprender a partir de casi cualquier estilo de
aprendizaje, no importa cuales sean nuestras preferencia sobre como representar
el conocimiento, o de cómo aprender, de
forma inicial.
Finalmente se demostró con evidencias empíricas que
adaptando el diseño instruccional a los
distintos estilos de aprendizaje o teniéndolo como referencia de alguna forma
para organizar la enseñanza no se obtenían mejores resultados (Marzano, 1998) (Coffield, et. al., 2004).
La literatura
especializada básicamente indica que hay un amplio consenso y aceptación del
concepto de estilos de aprendizaje. Incluso hay un estudio que demuestra que
existen los estilos de aprendizaje (Thompson-Schill, Kraemer, Rosenberg, 2009).
Sin embargo, no hay acuerdo sobre cuáles son los mejores
estilos de aprendizaje en función de los objetivos de aprendizaje deseados para
cada caso, ni de la forma de establecer un criterio de eficiencia (Coffield , Moseley, Hall, Ecclestone, 2004). Así
mientras que los especialistas han reconocido desde hace tiempo la necesidad de
actividades de enseñanza innovadoras que se relacionen con los diversos estilos
de aprendizaje de los alumnos (lo cual los haría útiles en la
mentorización), hay dudas razonables en cuanto a que sean significativos y en
cómo lo sean a la hora de determinar el ambiente de aprendizaje.
Es decir, la mayoría de los investigadores coinciden en
que los alumnos tienen diferentes estilos de aprendizaje, sin embargo, la
investigación manifiesta un claro
acuerdo en que es relativamente poco importante en el diseño de programas de
aprendizaje. Es mucho más importante para
este fin temas tales como la naturaleza de los contenidos, de las actividades,
la significatividad general, la relevancia, la complejidad de la tarea, etc. y
utilizar estrategias y contextos adecuados que emparejar métodos de enseñanza
con preferencias o estilos individuales (Coffield, et. al., 2004).
Como
ejemplos de estudios empíricos se pueden citar:
En
un gran meta-estudio realizado por Marzano (1998) se encontró que ciertas representaciones de los
contenidos tuvieron efectos positivos en los resultados del aprendizaje,
independientemente de las modalidades con que los alumnos aprender, de sus
preferencia o del estilo de aprendizaje.
También se cita el estudio de Constantinidou y Baker ( 2002) donde se
demostró que la presentación visual mediante el uso de imágenes adecuadas era ventajoso para todos los adultos,
independientemente de su estilo de aprendizaje. Incluso en el caso de aquellos
con una fuerte preferencia por el procesamiento verbal.
Sin
embargo, como hemos dicho, eso no significa que los estilos de aprendizaje no
sean importantes. Como escribió
Coffield (Coffield, et. al., 2004): “La unidad de consideración y de uso
didáctico de los estilos de aprendizaje
debe ser el individuo más que el grupo".
Por
lo tanto, aquellos que son responsables de ayudar a otros a aprender, tales
como mentores, instructores o entrenadores debieran atender a los estilos y
ajustarse en algunos casos a ellos, mientras que los que diseñan la instrucción
o enseñan a grupos, debieran ver los estilos de aprendizaje con relativa
importancia.
Y
aquí es donde entra la metacognición. Si los alumnos son conscientes, primero,
de su propio estilo de aprendizaje, fuesen conscientes, segundo, de la
necesidad del cambio de los
procedimientos que constituyen su estilo o de consolidarlos y
potenciarlos, y por último de sus propias capacidades para llevar de forma
autónoma ese cambio o de la necesidad de adquirirlas (capacidades
metacognitivas) estaríamos en presencia de la cuestión clave para abordar el
resto de competencias del pensamiento computacional para la mayor parte de los
alumnos.
El
argumento para señalar la importancia de la metacognición, su papel clave, en
palabras de David Merrill (2000) es que la mayoría de los estudiantes no son
conscientes de sus estilos de aprendizaje y si se deja a sus propios medios, no
es probable que empiecen a aprender de nuevas maneras. Por lo tanto, el conocimiento de los estilos de
aprendizaje de uno mismo puede ser utilizado para aumentar la auto-conciencia
acerca de las fortalezas y debilidades como aprendices que cada uno tiene y por
consiguiente para mejorar en el aprendizaje.
Si
bien todas las ventajas que se atribuyen a la metacognición (ser consciente de
los propios procesos de pensamiento y aprendizaje) pueden ser adquiridas
alentando a los estudiantes a adquirir conocimientos acerca de su propio
aprendizaje y el de los demás (Coffield, et. Al., 2004), lo importante es
estudiar e investigar cómo los alumnos pueden adquirir este conocimientos,
formar en habilidades cognitivas.
En
el caso del pensamiento computacional la cuestión es cómo los estudiantes
pueden adquirir las habilidades metacognitivas específicas, cuáles son las
mejores estrategias y cómo pueden detectar cuales son las debilidades y las
fortalezas de sus propios estilos y cambiarlas o potenciarlas.
Establecer
en qué medida es posible formar en estas habilidades y cómo llevar a cabo este
meta-aprendizaje.
Con este apartado dedicado a
metacognición concluimos la serie de los
catorce elementos/componentes del pensamiento computacional reseñados en la
fig. 1
Fig. 1
Como dijimos al principio queda por
desarrollar pormenorizadamente los contenidos en un corpus útil a las distintas
modalidades y niveles de formación, así como para la formación de maestros y
profesores que los impartan.
Referencias.-
Referencias.-
Clark, D. (2014) Learning Styles &
Preferences. http://www.nwlink.com/~donclark/hrd/styles.html
Coffield, F., Moseley, D., Hall, E., Ecclestone,
K. (2004). Learning Styles
and Pedagogy in Post-16 Learning: A systematic and critical review.
www.LSRC.ac.uk: Learning and Skills Research Centre. Retrieved from: http://www.lsda.org.uk/files/PDF/1543.pdf
Constantinidou, F., Baker, S. (2002). Stimulus modality and verbal
learning performance in normal aging. Brain
and Language, 82(3), 296-311.
Esteban,
M. y Zapata, M. (2008, Enero). Estrategias de aprendizaje y eLearning. Un
apunte para la fundamentación del diseño educativo en los entornos virtuales de
aprendizaje. Consideraciones para la reflexión y el debate. Introducción al
estudio de las estrategias y estilos de aprendizaje. RED. Revista de
Educación a Distancia, número 19. Consultado el 04/08/2015 en http://www.um.es/ead/red/19
Keefe, J.W. (1979) Learning style: An overview.
NASSP's Student learning
styles: Diagnosing and proscribing programs (pp. 1-17). Reston, VA. National
Association of Secondary School Principles.
Marzano, R.J. (1998). A
theory-based meta-analysis of research on instruction. Mid-continent
Regional Educational Laboratory, Aurora, CO.
Merrill, D. (2000). Instructional Strategies and Learning Styles: Which
takes Precedence? Trends and
Issues in Instructional Technology, R. Reiser and J. Dempsey (Eds.).
Prentice Hall.
Stewart, K.L., Felicetti, L.A. (1992). Learning styles of marketing
majors. Educational Research
Quarterly, 15(2), 15-23.
Thompson-Schill, S., Kraemer, D., Rosenberg, L. (2009). Visual Learners Convert Words To
Pictures In The Brain And Vice Versa, Says Psychology Study. University of
Pennsylvania. News article retrieved from http://www.upenn.edu/pennnews/news/visual-learners-convert-words-pictures-brain-and-vice-versa-says-penn-psychology-study
Buenas, quisiera si es posible me brindaran mas información de su trabajo, para una investigación.
ResponderEliminarGracias